Spione (1928) de Fritz Lang. Intérpretes: Rudolf Klein-Rogge, Gerda Maurus, Willy Fritsch, Georg John.
Una primera secuencia con un plano que nos muestra una mano accionando el mecanismo de una caja fuerte. Éste es el inicio de un film de acción trepidante que nos mostrará el ritmo que seguirá la película en los próximos ciento cuarenta minutos de duración. El espectador será testigo de la abundancia y rapidez con la que se siguen planos dónde las manos cobran un especial protagonismo ya que articulan la trama según sus acciones, dando especial énfasis a los objetos que están asiendo. Por tanto, estamos hablando de manos que ejercen una acción de manipulación ¿Para qué sino sirve el espionaje? Una actividad que tiene como objetivo obtener información, datos contenidos en documentos que permitirán a su poseedor manipular a autoridades, gobernadores, países y, por tanto, todo el mundo.
Manos que de hecho, se convierten en la extensión de esa mente ansiosa de poder. Una persona que mediante la manipulación basada en la posesión de esas palabras escritas sobre un fragmento de papel que facilitaran la información deseada para poder ejercer determinado control del mundo. ¿Y quien se encuentra detrás de todas esas manos que actúan como extensiones del ente malvado? La cabeza pensante estática en su silla de ruedas detrás de un escritorio. Ese hombre que utiliza como un titiritero habilidoso a sus muñecos para llevar a cabo sus malignos planes. Un personaje muy cercano al mundo del circo y, por tanto, al del payaso que protagoniza un final más que escabroso por la frialdad con la que se nos presenta su propio suicido. La dicotomía presentada por Fritz Lang entre el hombre malvado y el payaso suicida nos mostrará el ansia de poder que caracteriza al ser humano. El primero encarnado por el malvado escondido en su guarida; en contraposición con la máscara apacible y agradable dibujada con pintura y adornada con la peluca característica de un payaso alegre. El personaje perverso destaca, también, por ser el emisor de ese humo fatal que se origina mediante el cigarro que reposa en sus labios llenos de malicia. Destacar que el susodicho humo será uno de los elementos relacionados con la muerte. Por ese motivo en la escena del suicido del agente japonés se incluye un plano en el que se encuadran unos bastoncillos de incienso humeando. Sin olvidar la catástrofe anunciada gracias al humo de la locomotora a toda marcha que se dirige de forma inevitable hacia el vagón 33133 donde se encuentra el agente número 326. En definitiva, el humo se presenta como el pasaporte a la desgracia, la crueldad (siempre grabada con una frialdad absoluta por la cámara) y la muerte.
Por último, destacar que las manos también aparecerán como elemento positivo durante el desarrollo del film, ya que ¿Qué sino salvará la vida de la femme fatale en el último momento? La mano de aquel que está en el abismo de la muerte, sin rostro y sepultado entre escombros. De nuevo, otra vez, cinco dedos cobran un papel protagonista, pero esta vez para ser los héroes que salvaran a la que se ha convertido, por unos segundos, en una damisela en apuros.